Producto de un caserío y de la escuela pública

Sin darme cuenta nací y me crié protegido en una burbuja. La misma no fue producto de una familia pudiente, al contrario, la mía sobrevivía con lo poco que llegaba mensualmente por el programa alimentario del departamento de Agricultura de Estados Unidos de América.

Los alimentos que consumía se compraban con los llamados “cupones” (concepto que se utilizaba al establecerse el programa, en mi época era con cheque y en la actual es con una tarjeta de débito) y en el comedor escolar de la escuela pública. La burbuja a la que me refiero no encuentro las palabras idóneas para describirla. No puedo explicar que la escasez era mucha y los malabares desde la niñez eran muchos para tener una peseta ($0.25) para comprar, ese entonces, una bimbo, una noel, una paleta y cinco gomas de mascar. Todo eso con 25 centavos.

Desde recién nacido hasta los dieciocho años viví en el residencial Francisco Vigo Salas de Quebradillas y confieso que nunca me ofrecieron drogas y ni si quiera sabía quién las vendía. Me dedicaba a tener buenas notas, aunque no estudiaba lo suficiente. Lo que sí hacía era disfrutar las clases y participar en todas las materias.

A la verdad que hice de todo para tener los materiales de la escuela. Los que me vieron crecer pueden dar testimonio de eso. Desde grados primarios vendía dulces, refrescos, “limber”, estampillas y papitas. Les compraba directamente a los distribuidores, así que mis precios eran los mismos que en los comercios del pueblo. Mis clientes eran mis vecinos. Tenía un cartel con la lista de los artículos y sus respectivos precios. Mis dos hermanas menores me ayudaban a venderlos y, también, se comían parte de las ganancias.

En los ratos libres, trabajaba en un supermercado empacando compras y llevando la misma a los autos. Las personas nos daban propinas que solían ser de menos de un dólar. También, trabajé haciendo patios, limpiando cristales. Más tarde, en una panadería, un restaurante, un parador (hotel), y hasta en la emisora de radio de Quebradillas (WQQZ). De todas estas fuentes logré contar con el dinero para siempre tener los materiales que eran requeridos en las distintas materias.

Siempre la escuela fue mi lugar favorito, me sentía seguro. Aún recuerdo mis días en la escuela elemental Ramón Emeterio Betances y sus árboles gigantescos. En muchos de ellos me trepaba y pasaba, en medio de la naturaleza, los minutos que restaban de la hora del almuerzo. En la escuela intermedia Pedro Albizu Campos pasé mis tiempos libres aprendiendo todo los relacionado al mundo de las computadoras. Finalmente, en la escuela superior Manuel Ramos Hernández fue el lugar que me permitió expresar mis talentos ocultos al moderar prácticamente todas las actividades que se desarrollaban en ese plantel.

Por alguna razón, cada día que pasa olvido muchos detalles, en especial, los nombres de personas que jugaron un papel importante de mi vida. Mencionaré algunos que han sobrevivido mi despiste mental. Desde muy pequeño peleaba con sobrevivir en la clase de inglés y acudía a Rubén Vargas, padre de mis amigos de infancia; Rubén, Gaby y Dany. Él me ayudaba a realizar mis tareas de ese idioma. Los dueños de Quebradillas Drug (Olga y Vitín) muchas veces donaron parte de los materiales escolares que necesitaba. También, recuerdo a Diana Martínez, dueña de una joyería que fue parte importante en mi niñez (más tarde fue maestra de la escuela superior).

Los maestros jugaron un papel importante que complementaron mi formación. Son muchos los recuerdos que mi cerebro cada cierto tiempo me presenta para no olvidarme de dónde vengo. Aún recuerdo mi maestra de pre-kinder, Gloria (no recuerdo su apellido), estamos hablando de hace casi cuarenta años. Mi maestra de segundo grado, Josefa, una señora con una voz fuerte que disfrutó de todos mis logros académicos. Fueron muchos maestros que comenzaron a construir la zapata de mi educación.

Durante mi formación en la escuela intermedia, se destaca Lucina Ávila, ella tenía a cargo el proyecto MEMI. En su salón de clases había la evolución de las computadoras de las Apple II hasta las Macintosh. Desde ese rincón, participamos en la publicación de un periódico y los medios locales nos reseñaron en varias ocasiones. Fue ella la que me compró la ropa para la graduación de noveno grado.

Mis tres años en la escuela superior fueron los mejores. Es aquí donde si menciono todos los nombres de los profesores no termino este escrito. El destino jugó a nuestro favor. Tuve maestros extraordinarios, ellos fueron la columna vertebral que me llevó a la universidad. El personal docente se convirtió en mi familia y yo en parte de la suya. La primera persona que me recibió y me permitió desarrollar varios proyectos como el periódico Entérate fue la bibliotecaria Mirta Nieves. Allí se fue formando más que un periódico, se convirtió en un gran centro de cómputos en la escuela. Se unió la directora Migdalia “Mindy” Marichal. Ella escuchaba mis ideas, les daba forma y, luego, las implementa. El timbre sonaba a las tres de la tarde y yo para la oficina a ayudar a Mindy, de allí salíamos cerca de las cinco de la tarde. Fueron Mirta y Mindy las que me llevaron al cine por primera vez, se trataba de la galardonada “Titanic”. En el caso de Mindy, ella y su esposo Papo fueron mis padrinos de boda. Ambos me recibían como si fuese su hijo.

Bajo la administración de Mindy, se le permitió a la profesora Ada Muñiz llevarme a un taller sobre radio en Bayamón. Tanto Ada como este servidor le presentamos la idea de crear Radio Juventud Pirata y, luego de mucho trabajo con otros estudiantes nació la emisora escolar. La trabajadora social Olga Nieves, también nos impulsó en varios proyectos escolares junto a grandes maestros expertos en sus disciplinas. Al mismo tiempo, la orientadora Milagros Prieto me abrió las puertas de su familia y ha sido una figura importante en momentos difíciles en mi vida.

Aunque, no nos hablamos con tanta frecuencia, cada vez que se logra una llamada, un mensaje de texto o una conversación por las redes sociales, mi mente hace el “clic” para reconocer a estas personas que construyeron una zapata fuerte que me preparó para enfrentar la vida, más allá del salón de clases.

Todos ellos me han acompañado en momentos trascendentales y siguen teniendo un espacio en mi corazón. Agradezco a cada una de las personas que sin saber que su granito de arena sería tan importante, mostraron atención y dedicación hacia mí. Gracias por ser verdaderos maestros.


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Una respuesta a “Producto de un caserío y de la escuela pública”

  1. Avatar de Maritza Rosario
    Maritza Rosario

    Eres un ejemplo a seguir. Supiste aprovechar las oportunidades que se te presentaron y tuviste muy buenos maestros que supieron guiar tus pasos. Nuestra escuela pública de antes, tenía unos recursos humanos que daban la milla extra. En la actualidad podemos encontrar aún algunos que van más allá de lo requerido aunque los recursos necesarios no lleguen.

    Años atrás (30 o 40 años atrás) los recursos con los que contaba la escuela pública eran bien canalizados y entre la administración escolar y la comunidad se lograba que se pudieran hacer muchas de las actividades que formaban parte esencial para la educación de excelencia que teníamos en ese entonces.

    Hoy día con más recursos económicos, lamentablemente puedo decir que la calidad de la educación pública no es la misma. Hoy, la burocracia, la dejadez, el interés por el lucro y el saqueo de fondos públicos, tienen un sistema de educación que en el pasado fue excelente, lo han convertido en uno mediocre. Pero no todo está perdido, aún quedan maestros que al igual que los que impactaron tu vida, siguen impactando las vidas de muchos estudiantes y hasta de padres, sembrando en ellos la semilla de que con esfuerzo, compromiso y tenacidad podemos lograr lo que nos proponemos.

    Mis felicitaciones para todos aquellos maravillosos maestros que en su momento impactaron tu vida estudiantil y la de muchos más.

    Maestros, recuerden que cada día que recibes esos estudiantes en tu salón de clases o donde quita que te aborden, tienes la oportunidad de cambiar una vida para siempre; procura que sea para bien.

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